«La risa no tiene tiempo, la imaginación no tiene edad y los sueños son para siempre»
-Walt Disney
Amanda desde niña fue muy rebelde, berrinchuda, caprichosa, enamorada de la vida, soñadora, muy risueña, al ser la mas mimada por su Papá se creía tener siempre la razón, nunca le importo la opinión de los demás, sencilla pero arriesgada, es la tercera de 4 hijos, creció en un hogar donde su Mamá Lala siempre puso las reglas con mucha disciplina pero su Papá Cucu las rompía… El carácter de sus padres fue un balance en su vida, el tira y afloja, la sal y el azúcar, lo negro y lo blanco, lo negado y lo permisivo, fue criada con rectitud, amor y sobre todo mucha paciencia, al igual que otros niños jugaba en las calles de su barrio “La Mariscal” en Quito, Ciudad conocida como la Carita de Dios, niña de contextura gruesa, con su peinado de cachitos, le gustaba mucho usar vestidos pero con zapatillas porque no sabía cuando debía correr, de todas maneras siempre estaba lista para la huida, montaba la bicicleta de la mujer maravilla, mientras sus hermanos tenían la BMX bicicleta de última moda en los años 80, pero no había poder humano que hagan que Amanda cambie su bicicleta por otra, era su caballo blanco, su caballo de acero, iba a una Escuela cerca a su casa, que por cierto no le gustaba, pero sus otros tres hermanos asistían al mismo lugar así que no había manera alguna de que Amanda estudie en otra Escuela, una niñez muy linda, muy divertida, pero de vez en cuando, sus ojos grandes de mirada profunda se llenaban de lágrimas, como todo en la vida, días de sol, días de lluvia, al ser la más rebelde siempre tendría su castigo, pero de todas maneras disfrutaba haciendo travesuras, total ella sabía que su Papá Cucu la defendería y era mejor pedir perdón que pedir permiso.
Amanda siempre estuvo rodeada de las mas lindas flores, de colores llamativos, de aromas profundos y perfumes naturales, desde niña anduvo envuelta en el negocio de la floristería de sus padres, le gustaba estar mas en la florería que ir a la Escuela, era mas divertido conversar con los clientes, pasar en familia, atender llamadas telefónicas, ayudar a sus padres en ese hermoso negocio que escuchar todo el día a la Maestra.
De sus tres hermanos, Carolina siempre fue su angelito, la que siempre le hacia entrar en razón y le advertía una y otra vez que se portara bien, tenían una complicidad extraordinaria, y eso que eran totalmente distintas como la noche y el día, lo único que tenían igual eran sus camas, compartían un hermoso dormitorio con paredes de color rosa, sus camas vestían edredones de Rosita la Fresita, a la luz tenue de la lámpara que había en la mitad de sus camas, siempre conversaban y se reían, Amanda ya le empezaba a contar su gran sueño a su hermana, sabía que podía confiar en ella, pues era su hermana, amiga, cómplice así era Carolina y entre risas se quedaban dormidas, pues pronto amanecería……….
